Lejos quedaron ya los años 2000 y los remanentes de la primera alternancia en el ejecutivo federal. Un hombre demasiado directo y que, desafortunadamente, al igual que sus predecesores y sucesores, se quedaría corto en relación a las expectativas que se generaron con su llegada al poder.

Muchas fueron las frases que logró acuñar, seguramente de forma involuntaria, en la memoria colectiva de nuestro país, en mayormente como un referente inmediato de lo que no debe ser dicho, al menos por un presidente.

De todas ellas tal vez la más recordada sería «comes y te vas» o «los migrantes mexicanos hacen trabajos que ni los negros quieren hacer» sin restarle mérito a la más desubicada de todas «¿Y yo por qué?.

Ayer mientras revisaba las noticias me encontré con una declaración que comparte con aquella el mismo mensaje de fondo: el desentendimiento de sus responsabilidades y la falta de ubicuidad.

La desafortunada declaración tuvo lugar cuando la titular de la secretaría de gobernación del gobierno federal, Rosa Icela Rodríguez, acudió a entregar el paquete de leyes secundarias de la reforma al poder judicial y al ser cuestionada sobre el asesinato Alejandro Arcos Catalán, alcalde de Chilpancingo, Guerrero se limitó a responder: «Ya no soy la secretaria de seguridad pública». Y tiene razón, solo que olvidó el pequeño detalle que en su persona recae el poder y la completa responsabilidad del gobierno de la república.

En el mejor de los casos, tal vez lo hizo por nerviosismo o por intentar mantener el mayor hermetismo posible debido a que las investigaciones están en curso o por lo delicado del suceso. Lo cierto es que después del desatino en la forma de responder me resulta inevitable la comparación con Vicente Fox y su «¿Y yo por qué?».