Una vez pasada la algarabía del acto protocolario de la toma de protesta. La presidenta de la República deberá concentrar sus energías en atender las asignaturas pendientes heredadas por su antecesor. Pocas no son, pues aunque el expresidente haya tratado de disimularlas con distractores que funcionaron a medias, requieren atención urgente e inmediata.
En esta ocasión abordaré, el que desde mi punto de vista es, el más preocupante y grave de todos estos pendientes: La seguridad pública. Existe en el norte de país una crisis en Sinaloa, donde grupos antagónicos de la delincuencia organizada sacuden la vida de la ciudadanía que sin deberla ni temerla ha quedado atrapada bajo el fuego cruzado y el abandono de la federación que en palabras del general Jesús Leana ha manifestado que la paz y la seguridad de aquel estado depende de la voluntad de los criminales.
En el otro extremo del país, un estado de Chiapas invadido y rebasado también por una confrontación entre grupos criminales que buscan apoderarse de la frontera sur del país para controlar entre otras cosas el negocio de las sustancias ilegales que ingresan al país por esa zona y el tráfico de migrantes indocumentados.
De tal magnitud es el problema en chiapas que comunidades enteras han tomado la decisión de abandonarlo todo, y partir en un éxodo masivo a comunidades fronterizas en Guatemala, donde autoridades del vecino país se han solidarizado con los ciudadanos mexicanos, brindándoles protección de la violencia generada por estas disputas.
Ante el reto surge la interrogante ¿De qué manera afrontará el reto la nueva presidenta de la república? ¿Intentará dar respuesta a la demanda de seguridad que existe por parte de los mexicanos que viven en las zonas afectadas? ¿Tomará la falsa salida de intentar dominar la escena pública con distractores y/o culpando a los medios de comunicación por cubrir los hechos de violencia suscitados en aquellos lugares?.
Desafortunada o afortunadamente esa respuesta llegará más pronto de lo que esperamos.